lunes, 10 de septiembre de 2007

La llave del mundo

FUENTE: DIARIO NORTE (10/09/07)

Nuestros ojos se posan sobre el mundo. Nuestro corazón late como el mundo. Nuestras manos acarician las curvas del mundo, nuestras risas cosquillean el mundo y nuestras lágrimas lo hacen temblar, pero el mundo no sería nada sin nuestras palabras de decir y creer, sin nuestras palabras para construirlo.
Letra menuda, grandes frases, piedrecillas de tinta sobre los desiertos blancos del papel y la pantalla, signos de piedra, señales y huellas, líneas de arena… dibujamos sobre la superficie de la tierra un segundo paisaje que permanece y recuerda a los hombres las verdades y la memoria.
Porque leer es también recordar a quien ha vivido y a quien ha escrito. Y escribir es además pensar en quién vendrá después a codearse con los libros invisibles y con nuestras palabras emocionadas, siempre vivas pese a nuestra muerte, pese a lo lejano de nuestra desaparición.
Toma todas esas letras dejadas por todos los hombres, esas letras que hablan de nuestra humanidad, tómalas en tu bolsillo, en tu boca, en tus sueños y tus puños.
Guárdalas como lo que son, tesoros.
No dejes que ningún hombre te las robe; por el contrario, compártelas con todos.
Ayuda a quien vacila en comprenderlas, a quien le es arduo domesticarlas.
Sé su maestro para que él a su vez se haga el tuyo. Haz de él tu semejante.
Porque la primera de nuestras libertades es la lengua, la lengua dicha, murmurada, escrita y descifrada; lengua amiga, lengua madre, lengua dulce, lengua que viene a nuestros dedos, nuestros labios y nuestra mirada como el gran espejo de nuestra humanidad.
Philippe Claudel, escritor francés.