El 1º de octubre de 1884, el gobierno nacional promulgó, con la firma del presidente Máximo Santos y del ministro de gobierno Carlos de Castro, la ley de creación de los Departamentos de Rivera y Artigas, aprobada por el Senado presido por Miguel González Rodriguez y la Cámara de Representantes el 29 de septiembre del mismo año. Se trata del proyecto enviado por el Presidente al Poder Legislativo, en el mes de mayo de 1884, donde generó un importante debate en torno a si la capital departamental debía ser el pueblo de Rivera o Minas de Corrales.
Según Barrios Pintos, el diputado por Montevideo José C. Bustamante, asumió la defensa de Corrales como capital, entre otras razones, porque la capital debería estar en el centro del territorio departamental y por que el pueblo Rivera, carecía de condiciones higiénicas, de comodidad, y condiciones para vivir.
Consignemos que la capital nacional del oro, además de tener entonces una mayor densidad poblacional, poseía energía eléctrica suministrada por la primera hidroeléctrica construida en América del Sur, precisamente sobre el Cuñapirú, además del primer ferrocarril al norte del río Negro. Según registros de la época, Corrales fue un muy importante centro de actividades sociales y recreativas, con protagonistas de nivel internacional. En uno de esos centros recreativos, visitados por personalidades como Carlos Escayola, jefe político de Tacuarembó, se habría concebido y gestado el que años después sería conocido como el Zorzal Criollo, Carlos Gardel; hijo de Escayola, Carlitos pasó su niñez casi clandestino en la estancia paterna, en medio de la serranía de Valle Edén.
Sin embargo, fue el propio diputado Freire de Tacuarembó quien defendió la tesis de que la capital departamental fuese el pueblo Rivera, esgrimiendo como argumento la opinión de Escayola y del presidente de la Junta Administrativa de Tacuarembo, quienes sostenía que la propuesta del Ejecutivo se hacía por parte de quién conocía perfectamente el territorio del novel departamento. Agregaba Freire que en el pueblo Rivera se habían afincado personas pudientes, con muy buenos edificios, calles en buen estado, y con buen suministro de agua potable provenientes de las vertientes o "bicas" naturales del llamado entonces Cerro de la Guardia, hoy Cerro del Marco.
El propio Jefe político de Tacuarembó, en carta confidencial, sustentaba la necesidad de crear el nuevo departamento, como instrumento para el desarrollo poblacional, ya que la tierra era un gran desierto verde, con media docena de grandes latifundios. "Hay propiedad alli, que cuenta treinta y cuarenta suerte de estancias pertenecientes a un solo propietario" afirma Escayola.
El pueblo de Rivera, - que recién 1912 pasa a la categoría de ciudad, en el gobierno de José Batlle y Ordóñez - constituía un pequeño núcleo de personas que no alcanzaban el medio millar, radicadas en un pequeño valle arenoso, entre dos cerros, a orillas del Cuñapirú, precisamente en la franja de terrenos más altas, ya que el resto, eran bañados inhóspitos surcadas por numerosas cañadas que nacían precisamente en el Cerro del Marco. Con casi nula presencia del Estado, la actividad central era el comercio con Brasil. La seguridad era entonces un serio problema. Contrabandista, malhechores y malvivientes pululaban al amparo de la impunidad que le otorgaba el vacío de poder público.
Era entonces Rivera, una expresión extrema de un estado uruguayo en construcción, turbulento, con revoluciones armadas a la vuelta de cada esquina, con un sistema democrático débil y una administración pública en déficit permanente. Máximo Santos, pese a ejercer la Presidencia, que lo hizo en forma autoritaria, se acarreó la enemistad de prácticamente todos los sectores sociales y políticos de la época. Se enfrentó a la iglesia católica, a blancos, colorados y toda la prensa de la época. Un camarada de armas, el Tte. Ortiz casi lo mata, dejándolo mal herido. José Batlle y Ordóñez estuvo preso y exiliado por escribir contra el tirano.
Ayer, como hoy, el país debió enfrentar una dura disputa con Argentina, por las aguas del río Uruguay. El ex canciller argentino Elizalde, muy suelto de cuerpo, afirmó en 1884, en el diario Nación, desconociendo el tratado de 1828: "Este río, continuó siendo exclusivamente argentino y la nueva nacionalidad apenas tenía el derecho de navegación para sus puertos con su pabellón sujeto a la soberanía argentina como condición de la cesión que se hacía de parte de su territorio ... El Ministerio de Guerra y Marina debera empezar a tomar posesión real y efectiva del rió Uruguay y de sus islas hasta el límite con Brasil y desde allí las que están a la margen derecha del canal principal poniendo los vapores necesarios y adecuados para hacer la policía del río, sus islas y costas argentinas".
Hasta la naturaleza parecía conspirar. Aquel enero de 1884, fue inaudito. Un maremoto, en contados minutos y de sorpresa inundó toda la costa Sur de Montevideo, llenando de pánico a los numerosos bañistas de playa Ramírez que huyeron salvando sus vidas, menos una señora que pereció ahogada.
Peso a la caótica situación del país, la creación del departamento y la instalación del poder central del Estado trajo aparejado la transformación radical de Rivera, marcando así el comienzo de un proceso de desarrollo social, económico, cultural y político, inédito y nunca superado, aún cuando estamos a 123 años del mismo.
La celebración de este 123 aniversario parece situar a Rivera, como comunidad, en las vísperas de una gran transformación socioeconómica, solo comparable con aquellas gestadas en 1884. La dinámica comercial, la irrupción de la forestación cambiando el mapa productivo del departamento, la revolución tecnológica, los procesos industriales proyectado, la diversidad productiva, el desarrollo urbanístico, cultural, y educativo, parecen sentar las bases de un tiempo nuevo y promisorio.
Según Barrios Pintos, el diputado por Montevideo José C. Bustamante, asumió la defensa de Corrales como capital, entre otras razones, porque la capital debería estar en el centro del territorio departamental y por que el pueblo Rivera, carecía de condiciones higiénicas, de comodidad, y condiciones para vivir.
Consignemos que la capital nacional del oro, además de tener entonces una mayor densidad poblacional, poseía energía eléctrica suministrada por la primera hidroeléctrica construida en América del Sur, precisamente sobre el Cuñapirú, además del primer ferrocarril al norte del río Negro. Según registros de la época, Corrales fue un muy importante centro de actividades sociales y recreativas, con protagonistas de nivel internacional. En uno de esos centros recreativos, visitados por personalidades como Carlos Escayola, jefe político de Tacuarembó, se habría concebido y gestado el que años después sería conocido como el Zorzal Criollo, Carlos Gardel; hijo de Escayola, Carlitos pasó su niñez casi clandestino en la estancia paterna, en medio de la serranía de Valle Edén.
Sin embargo, fue el propio diputado Freire de Tacuarembó quien defendió la tesis de que la capital departamental fuese el pueblo Rivera, esgrimiendo como argumento la opinión de Escayola y del presidente de la Junta Administrativa de Tacuarembo, quienes sostenía que la propuesta del Ejecutivo se hacía por parte de quién conocía perfectamente el territorio del novel departamento. Agregaba Freire que en el pueblo Rivera se habían afincado personas pudientes, con muy buenos edificios, calles en buen estado, y con buen suministro de agua potable provenientes de las vertientes o "bicas" naturales del llamado entonces Cerro de la Guardia, hoy Cerro del Marco.
El propio Jefe político de Tacuarembó, en carta confidencial, sustentaba la necesidad de crear el nuevo departamento, como instrumento para el desarrollo poblacional, ya que la tierra era un gran desierto verde, con media docena de grandes latifundios. "Hay propiedad alli, que cuenta treinta y cuarenta suerte de estancias pertenecientes a un solo propietario" afirma Escayola.
El pueblo de Rivera, - que recién 1912 pasa a la categoría de ciudad, en el gobierno de José Batlle y Ordóñez - constituía un pequeño núcleo de personas que no alcanzaban el medio millar, radicadas en un pequeño valle arenoso, entre dos cerros, a orillas del Cuñapirú, precisamente en la franja de terrenos más altas, ya que el resto, eran bañados inhóspitos surcadas por numerosas cañadas que nacían precisamente en el Cerro del Marco. Con casi nula presencia del Estado, la actividad central era el comercio con Brasil. La seguridad era entonces un serio problema. Contrabandista, malhechores y malvivientes pululaban al amparo de la impunidad que le otorgaba el vacío de poder público.
Era entonces Rivera, una expresión extrema de un estado uruguayo en construcción, turbulento, con revoluciones armadas a la vuelta de cada esquina, con un sistema democrático débil y una administración pública en déficit permanente. Máximo Santos, pese a ejercer la Presidencia, que lo hizo en forma autoritaria, se acarreó la enemistad de prácticamente todos los sectores sociales y políticos de la época. Se enfrentó a la iglesia católica, a blancos, colorados y toda la prensa de la época. Un camarada de armas, el Tte. Ortiz casi lo mata, dejándolo mal herido. José Batlle y Ordóñez estuvo preso y exiliado por escribir contra el tirano.
Ayer, como hoy, el país debió enfrentar una dura disputa con Argentina, por las aguas del río Uruguay. El ex canciller argentino Elizalde, muy suelto de cuerpo, afirmó en 1884, en el diario Nación, desconociendo el tratado de 1828: "Este río, continuó siendo exclusivamente argentino y la nueva nacionalidad apenas tenía el derecho de navegación para sus puertos con su pabellón sujeto a la soberanía argentina como condición de la cesión que se hacía de parte de su territorio ... El Ministerio de Guerra y Marina debera empezar a tomar posesión real y efectiva del rió Uruguay y de sus islas hasta el límite con Brasil y desde allí las que están a la margen derecha del canal principal poniendo los vapores necesarios y adecuados para hacer la policía del río, sus islas y costas argentinas".
Hasta la naturaleza parecía conspirar. Aquel enero de 1884, fue inaudito. Un maremoto, en contados minutos y de sorpresa inundó toda la costa Sur de Montevideo, llenando de pánico a los numerosos bañistas de playa Ramírez que huyeron salvando sus vidas, menos una señora que pereció ahogada.
Peso a la caótica situación del país, la creación del departamento y la instalación del poder central del Estado trajo aparejado la transformación radical de Rivera, marcando así el comienzo de un proceso de desarrollo social, económico, cultural y político, inédito y nunca superado, aún cuando estamos a 123 años del mismo.
La celebración de este 123 aniversario parece situar a Rivera, como comunidad, en las vísperas de una gran transformación socioeconómica, solo comparable con aquellas gestadas en 1884. La dinámica comercial, la irrupción de la forestación cambiando el mapa productivo del departamento, la revolución tecnológica, los procesos industriales proyectado, la diversidad productiva, el desarrollo urbanístico, cultural, y educativo, parecen sentar las bases de un tiempo nuevo y promisorio.