lunes, 3 de marzo de 2008

Creativo monumento en homenaje a las Lavanderas de Rivera

FUENTE:

DIARIO NORTE (03/03/08)

Un oficio imprescindible y noble aún desde el comienzo de la vida civilizada en esta confluencia de cuchillas, ha sido el de las Lavanderas. Ellas han sido piedras angulares en la historia de la humanidad. Los pueblos y sus artistas, tanto de Europa como en las Américas, han perpetuado su memoria. En Uruguay, han marcado con su oficio, los orígenes de barrios y parajes, aunque algunos de ellos, como los barrios Pocitos y Malvin, persistan en ignorar que sus primeros habitantes, fueron las humildes lavanderas montevideanas. Aún nuestros vecinos, han hecho de la laguna de las Lavanderas el principal escenario de la Patria Guacha, pero sin erigir aún el monumento a esa multitud de mujeres anónimas a cuyas manos entregó la sociedad de la época, los secretos de alcoba y parte de su historia íntima.


Ejercido, mayoritariamente por mujeres humildes del pueblo, esas norteñas fronterizas dejaron en las orillas del Cuñapirú, del Tacuarembó, del Corrales y tantos otros arroyos y cañadas de nuestra geografía norteña, las mejores horas de sus vidas, compartidas, solidariamente con sus pares, esposos, hijos y nietos.


Las mismas manos que le hurtaron al sol el brillo y la blancura, rompieron la escarcha en el rigor de los inviernos, ofrendaron ternura a sus hijos y nietos, y generosas se brindaron a la mesa familiar, no solo amasando el pan sino colaborando con los siempre escasos ingresos familiares. Muchas incluso fueron dignas jefes de hogares, como la tranquerense María Suárez, la querida Doña Dorna, que con sus 89 años, tiene el privilegio de ser casi la única sobreviviente de esa estirpe de mujeres nobles que construyeron en silencio, junto al río Tacuarembó, el entramado de una sociedad que aún persiste vigorosa. Lavandera de profesión, Doña Dorna trabajó “a la antigua”, durante 59 años sin descanso ni vacaciones, y con el único orgullo del reconocimiento popular a la blancura y pulcritud de las prendas que lavaba. Su alma blanca y pulcra sigue sembrando, generosa, aquellos valores característico de ese humanismo sencillo y hondo, perpetuar de la vida.


Precisamente, esa comunidad tranquerense alimentada por Doña Dorna, fructificó en agradecimiento y solicitó al gobierno departamental, a través de la Junta Local, un monumento en homenaje a las Lavanderas de Rivera, rescatando la imagen de estas mujeres proletarias, cuyos valores esenciales, a pesar de las nuevas tecnologías, no solo conservan plena vigencia sino que es imprescindible levantar como paradigmas existenciales.


Las aguas que “Bajan de la Aurora / cuántos secretos encierran / cargadas de miseria y canto / Lavanderas de mi Tierra.”, dicen los versos de la canción inédita del colega de Acacia FM Alberto Lozano, nieto de Doña Dorna, que supo en su niñez empujar la carretilla de madera con la ropa y los enseres de trabajo no solo de la abuela, sino de las otras lavanderas, que sobrellevaron con altruismo el oficio, entonando a coro canciones hoy olvidadas y que el río se las llevó.Escenas e imágenes de un tiempo ya lejano, del Tacuarembó caudaloso, pero también de un agreste Cuñapirú, que también supo de legendarias Lavanderas, allí, en su proximidad, donde hoy está el Estadio Municipal Atilio Paiva Olivera, frente al predio del Club Oriental. O junto al puente de Piedra Furada, o las sombras acogedoras de la Picada de Mora. Es que si bien el oficio ha desaparecido por obra del progreso, las mujeres de los hogares pobres, segregadas de los avances de la civilización, continúan lavando sus ropas y las de sus hijos, en las cañaditas, azudes y cachimbas que surcan y marginan barrios, centros poblados y parajes del departamento.